Como hija de inmigrantes nicaragüenses, no soy ajena a las historias de dictaduras respaldadas por los Estados Unidos y tampoco sus masacres.
Las historias contadas durante el ejercicio de mantas de KAIROS en su versión guatemalteca me hicieron llorar de todos modos.
Hace unas semanas estuve en el Emmanuel College de la Universidad de Toronto, y escuché a nuestros hermanos guatemaltecos y hermanas guatemaltecas compartir una historia no muy diferente de las noticias de hoy.
Este ejercicio me reafirmó que la situación no ha cambiado mucho desde la llegada de Colón. El colonizador es el mismo en sus tácticas despiadadas e insaciables.
El colonizador
Él continúa forzando a la gente a abandonar sus tierras porque, tarde o temprano, esta resulta ser la forma más segura de matarlos.
Y hasta el día de hoy no puede conseguir suficiente tierra.
En la década de los 70 financiaba las masacres de Río Negro en Guatemala para despejar el camino para una presa en el río Chixoy. Hoy en día, está construyendo otro “proyecto de energía” en Muskrat Falls, Newfoundland y Labrador.
No importa dónde ni a través de qué medios, él colonizador parece que no puede conseguir lo suficiente y está siempre buscando más.
Él continúa separando a las madres indígenas de sus hijos, cortando sus raíces culturales y perpetuando generaciones de hombres y mujeres quebrantados.
Me paré junto a otros participantes en una sola manta. Nos dijeron que representábamos a los 54,633 niños asesinados durante la guerra civil de Guatemala. Con esto nos pidieron que nos apartáramos.
En este momento sentí como si sus muertes se estrellaron contra nosotros, llenando la habitación con su eco, a pesar de que estábamos en silencio.
El colonizador, o en este caso el gobierno estadounidense, continúa siendo un obstáculo para que las familias indígenas puedan vivir en paz en sus tierras. En tiempos más recientes, aquellos que una vez vivieron en Centroamérica marcharon por sus vidas hasta que llegaron a las fronteras entre México y los Estados Unidos. Ahora los han detenido en campos de concentración donde las familias han sido destrozadas y algunos niños han muerto.
¡Pero con qué facilidad matan a los niños indígenas!
Después de la parte principal del ejercicio de mantas, nos sentamos en un círculo y compartimos nuestras reflexiones.
Una mujer dijo que se sentía avergonzada por no haber aprendido la verdadera historia de Guatemala. Ella se disculpó. Después de escucharla, pensé que, a pesar de que estamos divididos en el contexto de un mundo colonizado, hay espacio para la resistencia en lo que elegimos aceptar como verdad.
También hay espacio para el amor, cuando jugamos el papel de alguien que sufrió un destino de cual nos salvamos.
Mientras que el colonizador mantiene su poder a través de una división arraigada en sus trincheras de información, sus leyes, su educación y sus fronteras vigiladas, nosotros podemos reorganizarnos para subvertir estas fuerzas.
Madalene Arias es una escritora que vive en Toronto. Ella desea ver justicia para los migrantes, para los pueblos indígenas y que todos nosotros protejamos nuestro hermoso planeta.